‘Las islas del Sol y de la Luna. Ritual y peregrinación en el lago Titicaca' El fin del imperio. Autores Brian S. Bauer y Charles Stanish. Traducción de Javier Flores Espinoza. Pág: 17.





El fin del imperio.

“El 1531, Francisco Pizarro y su puñado de hombres desembarcaron en la costa norte del imperio incaico. Las noticias de estos extranjeros y de sus caballos, naves, armas y sed de oro se esparcieron rápidamente por todo el imperio. Pero Pizarro y sus hombres fueron precedidos por una plaga de enfermedades europeas que habían asolado el imperio y Huayna Cápac, el Inca reinante, acababa de fallecer junto con un heredero nombrado. El imperio más grande que jamás se haya desarrollado en el hemisferio occidental estaba inmerso en una guerra civil en la cual dos medio hermanos, Atahualpa y Huáscar, luchaban por su control. Cuando Atahualpa alcanzaba la victoria se le informó de los intrusos presentes en las fronteras de su recién ganado imperio. Buscando consejo sobre el repentino arribo sin precedentes de personas desconocidas, Atahualpa envió a un grupo de sacerdotes a que consultaran el gran oráculo de Pachacamac, situado en la costa central del Perú. El santuario, una fuente de consejos para generaciones de reyes, predijo que Atahualpa derrotaría a los forasteros y conservaría el imperio. La predicción resultó errada pues en poco tiempo Atahualpa fue capturado por los españoles. Ocho meses más tarde fue ejecutado, después de entregar uno de los rescates más grandiosos de toda la historia. Los españoles atrajeron a una serie de aliados nativos que buscaban liberarse del dominio incaico y el imperio comenzó a colapsar en unos cuantos meses, después de una pocas batallas decisivas. Los españoles entraron al Cuzco, la capital incaica situada en la sierra central del Perú actual, y la ocuparon en 1533. Para 1572, los restos de la nobleza incaica habían sido o bien asimilados a la sociedad colonial hispana, o sino, exterminados. Los conquistadores y la monarquía española a la cual representaban eran ahora los señores indiscutidos del imperio.”

“En su apogeo, en vísperas del contacto europeo, el imperio incaico se extendió desde el sur del ecuador al centro de Chile, abarcando buena parte de lo que ahora son Perú, Bolivia, partes del norte chileno y el noroeste argentino (mapa 1:1). En el perímetro de este vasto estado se levantaban fuertes incaicos, y los ejércitos imperiales podían ser movilizados al instante para que sofocaran rebeliones en todo este inmenso territorio. Dentro de las provincias, los administradores incaicos construyeron caminos, almacenes, ciudades y templos.”

“Las fuentes históricas y la información arqueológica sugieren que la expansión inca comenzó en algún momento del tardío siglo XIV o XV. En unas cuantas generaciones, los incas se habían extendido más allá de su centro tradicional en la región del Cuzco y dominando centenares de grupos étnicos distintos, muchos de los cuales habían sido gobernantes por derecho propio antes de ser dominados por los incas.² Conquistaron rápidamente las tierras entre el Cuzco y la región del lago Titicaca, hacia el sudeste. El imperio entonces se expandió hacia el noroeste y eventualmente incorporó una población de por lo menos seis millones.”

2) El término ‘inca’ se refiere al emperador, el pueblo y el imperio del Tahuantinsuyu. (Va con mayúscula sólo cuando se refiere a un período, al momento o cuando forma parte del nombre propio del rey. N. del T.)

“La gran ciudad del Cuzco fue el centro político y religioso del imperio incaico. Conocido como el centro del ‘ombligo’ del mundo, era el hogar del orden dinástico que gobernaba el reino. La mitología incaica dice que la ciudad fue fundada por Manco Capac, el primer inca, el cual dio origen a un noble linaje que se prolongó sin interrupciones durante unos once generaciones. tradicionalmente se piensa que los incas se expandieron agresivamente las fronteras geográficas de su estado bajo Pachacuti Inca Yupanqui, el noveno inca. Un rey guerrero de talla legendaria, a Pachacuti frecuentemente se le atribuye la reorganización de buena parte del Cuzco, así como de sus instituciones sociales y político. También se dice que él realizó las primeras conquistas imperiales en la cuenca del lago Titicaca hacia el sudeste. Según las tradiciones orales registradas por los españoles, Tapa Inca, el segundo hijo de Pachacuti, asumió el papel de Inca a la muerte de su padre. Décadas más tarde Huayna Capac, hijo mayor de Topa Inca, heredó el trono y siguió expandiendo el imperio hasta su repentina muerte, alrededor del momento en que Pizarro comenzaba a explorar las costas del imperio.”

“La autoridad y el poder del Inca reinante eran absolutos, por lo menos en teoría, y se transmitía de generación en generación. En realidad, el Inca reinante como cualquier otro monarca de un estado arcaico, en la medida que estaba sujeto a las presiones políticas de la elite dominante. Se hacía un gran esfuerzo para conseguir un consenso entre la nobleza de que nuevo gobernante tenía un legítimo derecho y era apto para gobernar. Por ejemplo, en el ordenamiento dinástico incaico se consideraba que era mejor que la esposa principal del rey fuese una pariente cercana, de preferencia una hermana. Es más, la élite gobernante alcanza un estatus semidivino a través de los cultos estatales que asociaban al rey con el Sol y su hermana esposa (la Coya) con la Luna. La nobleza del estado seguía cuidadosamente el comportamiento ritual prescrito, el cual simultáneamente demostraba y legitimaba su derecho al mando.”

“Además de adorar al Sol y la Luna, los pueblos andinos reverenciaban una inmensa gama de objetos (tales como montañas individuales, cuevas, manantiales, lagos y rocas), de los cuales pensaban que estaban dotados de “almas” poderosas,. En quechua, la lengua de los incas, estos objetos sagrados eran conocidos como ‘huacas’ (santuarios). Al momento de la conquista española había miles de huacas mas pequeñas, veintena de otras más importantes y tal vez una docena de grandes santuarios que recibían peregrinajes de todo el mundo andino.”

“Los santuarios más poderosos recibían montos conspicuos de bienes para su mantenimiento y eran atendidos por cientos de personas, sino de miles. Estas huacas fueron a menudo establecidas por el estado incaico para que fueran mayormente autosuficientes y controlaban porciones considerables de campo de cultivo y rebaños de camélidos. Las crías de los animales y los productos de los campos eran sacrificados al santuario y usados para mantener a sus servidores. Los incas mismos adoraban a muchas de esta huacas. Sin embargo, su cosmología otorga importancia al Sol y la Luna.”

“El estado inca invirtió energía y recursos sustanciales en el desarrollo de una religión que servía, entre otras cosas, para unificar su extenso imperio. Por todo el Ande, los sacerdotes incaicos establecieron templos en las huacas más importantes, dedicados a la religión estatal. Estos monumentos religiosos existían al lado de los santuarios locales y servían para enfatizar el enorme poder que la nobleza cuzqueña tenía sobre la vida de sus súbitos. No se pedía a los pueblos conquistados que abandonaran sus propias huacas o creencias religiosas, pero si se les obligaba a que reconocieran la superioridad del Sol y la Luna, así como la de sus descendientes terrenos en el Cuzco, los Incas.“

Los santuarios más poderosos del imperio eran también el destino final de peregrinos. Como centros de importancia religiosa con profundas implicaciones políticas y culturales, el estado incaico invirtió fuertemente en estos santuarios. Se construyeron espléndidos altares para complejos rituales públicos que involucraban costosos objetos sacrificiales y multitudes de personas. En ocasiones también se ofrecían sacrificios humanos a estos santuarios. Es más, se les enviaba personal de respaldo permanente. Dado que el papel principal de los servidores era mantenerlo, ellos quedaban libres de todos los demás impuestos y tributos debidos al estado. Este status especial les ponía por encima de la población común del imperio, pero debajo de la nobleza.”

‘Las islas del Sol y de la Luna. Ritual y peregrinación en el lago Titicaca' El fin del imperio. Autores Brian S. Bauer y Charles Stanish. Traducción de Javier Flores Espinoza. Pág: 17. University of Illinois at Chicago. Institute for World Archaeology. Centro Bartolomé de las Casas. Cuzco, junio del 2003.

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