"La racionalidad en la cosmovisión andina" de Juan José García Miranda, Capítulo I - Consideraciones Generales. La tradición como energía. pág. 28.





2. La tradición como energía.

“Entendemos que la tradición actúa como energía porque la sociedad andina no es estática, por el contrario, es dinámica, y está en su especificidad que la particulariza en su identidad. Es decir, es una tradición en movimiento constante, propio y por eso en continuo cambio y permanencia. Aunque se presenta con características contemporáneas y de aprendizaje cultural, sus raíces se remontan a períodos prehispánicos y en afán de resistencia, se adecuará a las nuevas condiciones de existencia mediante procesos de incorporación, asimilación, adaptación, recreación y reinterpretación de las manifestaciones materiales e inmateriales de su propia cultura y de aquellas que ha ido incorporando a través de los contactos interculturales ocurridos durante su historia. En este sentido, retomando a Mariátegui, podemos señalar que la cultura forjada desde hace aproximadamente veinte mil años corresponde a una “[...] tradición viva y móvil”, entendida esta, al mismo tiempo, “[...] como patrimonio y continuidad histórica” porque la identidad, la cultura, y la tradición popular “[...] se caracterizan precisamente por su resistencia a dejarse aprehender con una fórmula hermética. Como resultado de una serie de experiencias, la tradición es heterogénea y contradictoria en sus componentes” (Mariátegui 1974).

“En las comunidades etnocampesinas andinas, la tradición acompaña permanentemente a la sociedad y la caracteriza porque “[...] la vitalidad de la cultura prehispánica ha quedado comprobada por su capacidad de cambio, de asimilación de elementos ajenos. La organizacion social y económica, la religión, el régimen de la familia, las técnicas de fabricación y construcción de los llamados elementos materiales de la cultura, las artes; todo ha cambiado desde los tiempos de la Conquista; pero ha permanecido a través de tantos cambios importantes, distinta a la occidental, a pesar de que tales y tan sustanciales cambios se han producido en la cultura autónoma [...]” (Arguedas 1977). Es decir, la sociedad al adoptar un elemento ajeno lo hace suyo y a su modo, recreándolo, reinterpretándolo, adaptándolo y subordinádolo a su cosmovisión. Las culturas están sujetas a procesos de incorporaciones, desasimientos y conservación de elementos o expesividades culturales ajenas de acuerdo a las condiciones de existencia que se manifiestan en cada nueva etapa del desarrollo social de los pueblos. Al respecto, Morote señala: “La realidad nos muestra que cada momento del proceso evolutivo de la sociedad y cada nueva fase del desarrollo envuelve, necesariamente y concurrentemente, tres tipos de fenómenos: el primero de adquisición; el segundo, de desasimiento; y el último de conservación. De la adquisición de algo nuevo y, paralelamente de desasimiento o conservación de algo viejo. (Morote 1991)”

“En este sentido, la tradición nutre la modernidad porque es su fuente. Este proceso nos muestra que no solamente la tradición cambia, sino que con ella cambian los elementos simbólicos que caracterizan y definen los rasgos de una determinada identidad. La identidad se mantiene aunque sus componentes se modifiquen, progresen en conocimientos, tecnologías, ideas, normas y organizaciones. Por esta razón no se puede vivir de añoranzas y restaurar identidades de fases de desarrollo social ya superadas, sino contextualizarlas. Las sociedades de ayer se conservan porque con continuidad modificada con nuevos actores, nuevos valores y nuevas esperanzas. Es decir, la tradición y la modernidad no son antagónicas, sino complementarias.”

“El Perú es un país con una identidad en construcción porque sus raíces le han impedido construir un estado-nación. Es un país multinacional con diversidad de tradiciones culturales que comparten escenarios naturales y sociales específicos con raíces míticas e históricas heterogéneas pese a tener un estado unicultural. Comparte espacios y contextos económicos, sociales e históricos con diferencias locales y regionales, definidas y redefinidas permanentemente por los cambios en los procesos económicos, sociales e históricos.”

“La tierra, el territorio y el sentimiento de la territorialidad, el espacio geoecológico del hábitat de cada población, las lenguas y patrones de vida particularizan espacial y temporalmente a los grupos humanos (nacionalidades, etnias, comunidades nativas o indígenas, comunidades campesinas, ‘ayllus’), y no pueden ser homogeneizados.”

“”El Perú, un país con diversidad de pisos y altitudinal, ecosistemas, zonas de vida, recursos naturales, economías, saberes, tecnologías, sentimientos, lengua, tradiciones culturales e historias heterogéneas, se puede construir o reconstruirse con una sola identidad. Tampoco por ser tan diverso se puede señalar que no existen identidades. Existe identidad construida sobre la base: el sistema de montañas de los Andes; las tradiciones culturales que devienen desde tiempos inmemoriales y las tradiciones que se incorporaron han configurado la cultura andina, la cual sigue conservando las características culturales sobre ese territorio de todos los climas y sentimientos al que alude el antiguo nombre de América: ‘Abya-Yala.’”

“El universo simbólico de las relaciones identitarias es menor cuanto más macrosocial es la estructura geopolítica (país, departamento o región), mientras que los símbolos del nivel microsocial (pueblo, ‘ayllus’, comunidades, asociaciones, etnias y nacionalidades) son más vigentes. Por esta razón, muchos pueblos ignoran su pertenencia al estado-nación a pesar de que se forma parte del territorio nacional. Es el caso de las poblaciones no contactadas o en contacto inicial de la Amazonia y de algunas poblaciones etnocampesinas de los Andes que no tienen conciencia clara de su pertenencia al Estado del Perú como país desconocen fronteras y, por lo contrario, tienen una idea de su existencia muy onerosa a la estabilidad de lo humano y de lo natural porque destruyen sus espacios de vida, sus recursos y sus formas de vida.”

“Las identidades socioculturales de los pueblos de los Andes corresponden a una concepción racional originada por la relación equivalente entre el mundo humano y natural, este último considerado como fuente de vida o ‘paqarina’ (8) por donde “se viene y vuelve a la vida” es decir, a las distintas formas de vivir. El contexto económico parte de una economía de apropiación (recolección, caza y pesca), y pasa a la de producción (agricultura y ganadería) y transformación (artesanía, industria) de acuerdo a los recursos que la ‘Pachamama’ (9) brinda a los humanos. Tiene su propia historia primordial, mítica, legendaria y milenaria. Pueblos que hablan diversas lenguas, ‘runasimi’, ‘aymara’, ‘puquina’, ‘aru’ (10) y otra de la vertiente oriental de los Andes; con patrones de vida que le dan vigencia local y más allá de su propio territorio. Es decir, es la fuerza que encierra la tradición para impulsar acciones progresivas de sus miembros y de la colectividad”.

(8) ‘Paqarina’. Viene de ‘paqariq’ que significa “nacer”. ‘Paqarina’ es el origen, la fuente, lugar por donde ha surgido la vida y ha nacido el hombre, por lo general, se le identifica con las lagunas, montañas, cuevas y ojos de agua. También son los puntos de conexión entre los mundos. “‘Paccarini’ o ‘yurini’. Nacer. ‘Pakarik pacha’: principio del mundo” (González 1989). Cada pueblo tiene su ‘paqarina’. También designa la morada final de la vida del hombre. La muerte es el retorno a la ‘paqarina’.

(9) ‘Pachamama’. Viene de las voces ‘pacha’ (mundo, tiempo) y ‘mama’ (madre). Madre naturaleza. Es la naturaleza sacralizada, creadora, dadora y fuente de vida. ‘Pachamama’ ‘Mamapacha’. “Madre tierra, representa la fecundidad. Habita dentro de la tierra, en cualquier sitio donde uno esté” (Valderrama / Escalante 1988). “Madre tierra, [...] es la deidad máxima de los cerreros peruanos, bolivianos y del noreste argentino. En su homenaje levantan en los caminos las apachitas, donde se depositan al encontrarse frente a ellos, la coca y la llicta (‘llipta’ o ‘toqra’) que eternamente mascan” Coluccio (1990). Es el mundo elevado a una categoría sobrenatural y sagrada. Entre los aymaras, la ‘Pachamama’ es identificada como una persona se sexo femenino.

(10) En el Perú existen muchas lenguas nativas. Los lingüistas reconocen 18 familias lingüísticas con más de 72 idiomas nativos que, a su vez, representan culturas vivas, de la cuales una es nacional(el romance que es el castellano) y las otra, regionales y locales: en la sierra está el ‘runasimi’ o quechua, el ‘aymara’, ‘puquina’, ‘qaqaru’ y ‘aru’: los otros idiomas corresponden a las distintas etnias de la Amazonia. El ‘runasimi’ mal llamado quechua y así asumido en castellano, es el más difundido. Tiene varios idiomas o dialectos, cada uno de estos con sus variaciones locales. El quechua y los otros idiomas originarios fueron considerados oficiales desde los años sesenta, pero no existe ninguna publicación oficial ni trato con estos idiomas. Los monolingües de idiomas nativos son juzgados por jueces y asesorados por abogados que no conocen sus idiomas, su cosmovisión, su cultura ni su lengua, lo hacen desde la visión occidental y en castellano.




'La isla de Amantaní, perteneciente al distrito del mismo nombre en la Región de Puno, Perú, se encuentra al este de la península de Capachica, al norte de la isla de Taquile, en el Lago Titicaca.



‘Alpacheta’ en la Isla de Amantani en el Lago Titicaca, da energía al que llega o al que se va. Cada caminante le ofrenda una piedra pequeña recogida en el camino. Foto: Juan José García Miranda. 
“La tradición andina difiere de otras que se han albergado en sus territorios. Es festiva y democrática. Se sustenta en el culto al laboreo y en principios armonizados con el entorno natural, social y espiritual (sagrado y cognitivo). Es una sociedad con alegría festiva colectiva que desenvuelve su coetaneidad combinando saberes y técnicas productivas rituales. En la recuperación del contenido festivo de la actividad humana se descubre esa energía que permite al hombre cultivar los campos ofrendando, cantando y bailando, cuidar y cuidar rebaños ofrendando, cantando y bailando, realizar las obras públicas de servicio comunal y colectivo ofrendando, cantando y bailando; la asunción a los cargos comunales de modo rotativo sin contiendas electorales ofrendando, cantando y bailando; sembrar y talar los árboles ofrendando, cantando y bailando; cuidar las sementeras ofrendando, cantando y bailando; pasar el ciclo de su vida en cada fase de su existencia ofrendando, cantando y bailando. Estas ofrendas, cantos y bailes no tienen el carácter de las fiesta occidentales contemporáneas que, además de reunir a un grupo de gente, hacen gala de la violencia y pérdida de valores morales y éticos.”

"La racionalidad en la cosmovisión andina" de Juan José García Miranda, Capítulo I - Consideraciones Generales. La tradición como energía. pág. 32.

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