‘Todo es Historia' Registra la memoria nacional. La argentina de las cosas.” ‘Los buenos bandidos’ por Hugo Chumbita. nº 299 mayo de 1992. pág. 19.
‘Los buenos bandidos.’ por Hugo Chumbita.
‘Al margen de la ley, de la ciudad y de la cultura oficial, ciertas figuras inquietantes permanecen con rasgos indelebles en la memoria popular: gauchos montoneros, matreros heroicos, santos bárbaros, asaltantes justicieros, he aquí las variantes del ‘buen bandido’. Su leyenda los idealiza como desafiantes del poder y vengadores de los pobres. Amados por unos y temidos por otros, son las versiones autóctonas de un personaje universal que aparece con asombrosa semejanza en diversas época y regiones del mundo.’
‘Estos héroes marginales fueron vistos durante mucho tiempo sólo como ‘notas al pie de página’ de la Historia. Sin embargo, los investigadores comenzaron a prestarles mayor atención a partir de teoría del bandido social de E.J. Hobsbawn. En ese marco, el estudio del fenómeno permite iluminar un conflicto recurrente en la evolución de nuestra sociedad que en discurso del poder identificó con los términos clásicos de civilización y barbarie. Como trataremos de mostrar, los buenos bandidos, los próceres de la historia popular, son una expresión persistente de la disidencia de las clases dominadas que denuncia las fisuras de orden legal.’
‘Sarmiento describió al gaucho malo como exponente del carácter del país: perseguido por la justicia, temido y admirado por sus hazañas, divorciado de la legalidad urbana, este ‘héroe de las travesías’ robaba caballos pero no asaltaba sus paisanos ni a los viajero. Asociando la rebeldía del matrero con el alzamiento federal frente al proyecto ‘civilizador, Sarmiento concluía que Facundo Quiroga fue, a fin de cuentas, un gaucho malo que unificó al partido de la barbarie recorriendo las provincias y dando puñaladas.’
‘Sarmiento estigmatizó consecuentemente a los caudillos federales como bandidos. De José de Artigas, el fundador de las montonera, afirmó que ‘era un salteador, y nada más, nada menos’ y que, habiendo sido ‘contrabandista temible en 1804’, esos antecedentes fueron sus títulos para mandar al ‘paisanaje de indiadas alborotadas por una revolución política’. Si bien provenía de una familia de estancieros, el joven Artigas encabezó, en efecto, una banda de cuatreros y contrabandistas en la frontera con Brasil, aunque luego se alistó en el cuerpo de blandengues y fue su comandante de campaña encargado de reprimir las mismas actividades. Con la Revolución, lideró la lucha de las clases rurales de la Banda Oriental por la independencia, pero también por los derechos de los pobres a la tierra y la libertad, formando sus huestes con gauchos, negros e indios charrúas y guaraníes. Opuesto a los intereses del núcleo mercantil montevideano y disidente con la política de Buenos Aires, fue tratado como traidor y su cabeza puesta a precio.’
‘La calificación de salteador o jefe de bandas no era solo una argucia discursiva, sino también una excusa para la represión ilegal. Desde el poder, Sarmiento instigó, aplaudió y escribió otro libro para justificar el degüello, como a un bandido, del sucesor de Quiroga, el Chacho Peñaloza (1863), quien era formalmente un general de la Confederación sublevado, y de hecho el caudillo más popular de la provincias del noreste.’
‘Si matrero gaucho malo era perseguido por la autoridad que se apartaba a vivir en zona marginales, bandoleros es la calificación aplicada al asaltante ‘fuera de la ley’. En definitiva, ambos términos nos remiten a la cuestión de quién y cómo hace la ley. Los gauchos fueron toda una clase social expulsada a la ilegalidad. En tiempo de la colonia, la caza y el tráfico de la colonia, la caza y el tráfico de cueros del ganado cimarrón -considerado inicialmente de propiedad común- les proporcionó una subsistencia autónoma. Pero, después el sistema de licencia real para las vaquerías y la progresiva organización de las istancia convirtieron en delitos sus antiguos derechos, que ellos siguieron reivindicando: ‘la pampa y las vacas para todos’. En realidad, además del gauchaje, y muchos estancieros y comerciantes operaban al margen del monopolio, practicando el contrabando que la Revolución legalizó luego como libre comercio.’
‘Los gauchos mantuvieron su forma de vida en las fronteras del litoral y había desarrollado la propiedad privada de la tierra y el ganado. Aunque hasta cierto punto coexistían con el orden de las estancias, trabajando como arrieros y domadores o conchabándose para las yerras y esquilas, el proceso de apropiación de la hacienda, de los campos y aguas de riego por los terratenientes fue despojando a los indios y criollos de sus recursos tradicionales, lo cual provocó seguramente la proliferación de los matreros.’
‘Sarmiento estigmatizó consecuentemente a los caudillos federales como bandidos. De José de Artigas, el fundador de las montonera, afirmó que ‘era un salteador, y nada más, nada menos’ y que, habiendo sido ‘contrabandista temible en 1804’, esos antecedentes fueron sus títulos para mandar al ‘paisanaje de indiadas alborotadas por una revolución política’. Si bien provenía de una familia de estancieros, el joven Artigas encabezó, en efecto, una banda de cuatreros y contrabandistas en la frontera con Brasil, aunque luego se alistó en el cuerpo de blandengues y fue su comandante de campaña encargado de reprimir las mismas actividades. Con la Revolución, lideró la lucha de las clases rurales de la Banda Oriental por la independencia, pero también por los derechos de los pobres a la tierra y la libertad, formando sus huestes con gauchos, negros e indios charrúas y guaraníes. Opuesto a los intereses del núcleo mercantil montevideano y disidente con la política de Buenos Aires, fue tratado como traidor y su cabeza puesta a precio.’
‘La calificación de salteador o jefe de bandas no era solo una argucia discursiva, sino también una excusa para la represión ilegal. Desde el poder, Sarmiento instigó, aplaudió y escribió otro libro para justificar el degüello, como a un bandido, del sucesor de Quiroga, el Chacho Peñaloza (1863), quien era formalmente un general de la Confederación sublevado, y de hecho el caudillo más popular de la provincias del noreste.’
‘Si matrero gaucho malo era perseguido por la autoridad que se apartaba a vivir en zona marginales, bandoleros es la calificación aplicada al asaltante ‘fuera de la ley’. En definitiva, ambos términos nos remiten a la cuestión de quién y cómo hace la ley. Los gauchos fueron toda una clase social expulsada a la ilegalidad. En tiempo de la colonia, la caza y el tráfico de la colonia, la caza y el tráfico de cueros del ganado cimarrón -considerado inicialmente de propiedad común- les proporcionó una subsistencia autónoma. Pero, después el sistema de licencia real para las vaquerías y la progresiva organización de las istancia convirtieron en delitos sus antiguos derechos, que ellos siguieron reivindicando: ‘la pampa y las vacas para todos’. En realidad, además del gauchaje, y muchos estancieros y comerciantes operaban al margen del monopolio, practicando el contrabando que la Revolución legalizó luego como libre comercio.’
‘Los gauchos mantuvieron su forma de vida en las fronteras del litoral y había desarrollado la propiedad privada de la tierra y el ganado. Aunque hasta cierto punto coexistían con el orden de las estancias, trabajando como arrieros y domadores o conchabándose para las yerras y esquilas, el proceso de apropiación de la hacienda, de los campos y aguas de riego por los terratenientes fue despojando a los indios y criollos de sus recursos tradicionales, lo cual provocó seguramente la proliferación de los matreros.’
‘La vinculación entre gauchos, bandidos y caudillos sólo puede ponerse en claro revisando el discurso del poder, y el análisis histórico no puede confundir los términos como hizo la dialéctica de batalla de Sarmiento. Los caudillos federales, aunque algunos hubieran sido bandoleros, eran jefes político y militares; el federalismo era una causa política, y las montoneras, aunque reclutan matreros, indios o bandidos, fueron forman de rebelión y de lucha social.’
‘Hay que entender entonces por qué se alzaban los gauchos y por qué se sumaron a las guerrillas montoneras. En realidad, Sarmiento no lo ignoraba. En su propia obra encontramos referencias sobre el despojo a los pueblos indígenas y las antiguas luchas por la tierra y el agua que explican ‘el eterno alzamiento de La Rioja’, así como la adhesión al Chacho de los legueros de Guanacache y otras poblaciones rurales de San Juan.’
‘En aquella regiòn, en las comunidades de origen huarpe que habìan luchado en las filas patriotas por la independencia, surgieron los mestizos Santos Guayama y Martina Chapanay, que fueron gauchos bandoleros y lìderes de sus paisanos.’
‘El joven Guayama, oriundo del valle de Guanacache, fue perseguido en 1850 por un hecho de sangre y huyó de los cerros. Se hizo salteador y luego se convirtió en caudillo legendario de su comunidad, cuyas hazañas fueron celebradas por las coplas: Yo soy Santos Guayama / santo nombre y varón /Yo no soy mejor que naides / ni naides mejor que yo. / (...) Porque Santos Guayama / cuatrero y ladrón fue / pero no pa’ él / sino pa’ los pobres… Guayama condujo la participación de los lagunero de Guanacache en las sublevaciones montoneras de las provincias del noroeste, encabezadas por Peñaloza (1861-1863) y Felipe Varela (1866-1869), llegando a ostentar el grado de teniente coronel. Tras la derrota de Varela, escapó, volviendoa cuatrerear en los cerros, y su mito no hizo sino agigantarse. A pesar de haber ayudado val coronel Gómez a ganar las elecciones de San Juan, siendo ya éste gobernador, fue apresado cuando visitaba a un vecino de la capital y lo fusilaron en la cárcel en 1879, ‘en prevención de un motín’.’
‘Martina Chapanay, hija del último cacique huarpe de Zonda y de una cautiva sanjuanina, había adquirido todas las destrezas del gaucho y se hizo valer como tal. En 1882 se unió con un criollo, enrolándose en el ejército riojano de Quiroga. Muerto su compañero en combate y asesinado el caudillo, desecha la tribu paterna, se convirtió en jefa de la banda de salteadores. Se sumó a otras contiendas civiles acompañando a Nazareno Benítez caudillo y gobernador de San Juan, hasta que éste cayó también asesinado en 1858. Volvió a dirigir su cuadrilla de bandoleros y participó en el último alzamiento del Chacho. Después se radicó en el apartado Valle Fértil, donde acrecentó su reputación como benefactora de los humildes y los viajeros y falleció muy anciana en Mogna.’
‘Si en el plano social las masas marginadas acumulan agravios contra las clases propietarias, a nivel nacional cundía la rebelión colectiva contra el centralismo porteño, y todo ello encontró el cauce político de los levantamientos federales. La montonera, esa guerilla de lanceros a caballo empleada con éxito frente a los ejércitos realistas, volvió su armas contra las tropas de Buenos Aires y construyó el modo de lucha espontáneo de las masas del interior. Las Memorias del general Paz son un testimonio de primera mano al respecto: «les fue muy fácil a los caudillo sublevar la parte ignorante contra la más ilustrada, a los pobres contra los ricos, y con este odio venían a confundirse los celos que justa o injustamente inspiraba a muchos la preponderancia de Buenos Aires».’
‘Las montoneras seguían a sus jefes «naturales» en cada región, con aquel ideal igualitario que expresó el lema Naide más que naide. Si practicaban exacciones o saqueos, los hacían según las prácticas corrientes de las fuerzas militares de la época. El fenómeno se reprodujo de manera semejante en todo el territorio del país durante medio siglo de guerras civiles. Las montoneras federales se nutrían del gauchaje marginal y las comunidades aborígenes, organizandolas dentro de las disciplina político-militar. Pero cuando se dispersaban, muchos de sus integrantes retornaban o se sumaban al bandidaje.’
‘De la postrera rebelión de López Jordán en 1870 surgió Servando Cardoso, desertor y matrero cuyos duelos con la policía suscitaron la admiración de sus paisanos de Entre Ríos e inspiraron la recreación teatral de Martiniano Leguizamón, Candelaria (1896); en la ficción, el revoltoso gaucho cantor es indultado y encuentra un final feliz, aunque en realidad terminó muerto por la policía. En El país de los matreros de la tierras bajas entrerrianas, conforme a la descripción de Fray Mocho, se refugiaban otros gauchos bravos que habían sido combatientes de la montoneras jordanistas.’
‘Las diversas tendencias del federalismo suscitaron el fervor de las masas rurales reiterando las promesas que las motivaron en la guerra de la independencia: libertad e igualdad para todos, lo cual exigía una síntesis entre la revolución burguesa y los intereses de los hacendados y las necesidades populares. Pero esa síntesi no resultaba fácil por las contraindicaciones regionale, que llevaron a los federales del interior a aliarse a los unitario contra Rosas. Cuando Urquiza pacto con Mitre, la política de sojuzgamiento del interior -consumada con la guerra del Paraguay- terminó de dispersar la corriente federal.’
‘El Martín Fierro (1872) resume el destino del gauchaje en aquel momento, José Hernández expresaba una tendencia democrática del federalismo que concibió la integración del gaucho y la distribución de la tierra como sustento de un proyecto nacional. Las reformas concretas que propugnó, como la elección popular de los jueces de paz y la fundación de las «colonias con hijos del país», no tuvieron eco en la clase dirigente. El grueso de los estancieros sólo se interesaba por extender sus propiedades, y la colonización con inmigrantes sería instrumentada por las compañías extranjeras como parte del gran negocio agroexportador, excluyendo a los criollos. El pastor sin tierra, privado de su horizonte por las alambradas, hostigado por los reglamentos que perseguían la «vagancia» condenándolo a prestar servicios militares, no tenía más alternativa para «agachar el lomo» como peón o soldado, o hacerse matrero.’
‘El argumento imaginario del poema hernandiano presenta notorias coincidencias con el Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez, que es la silueta novelesca de un caso real. Hijo de una argentina y un comerciante gallego, anduvo por varios partidos bonaerense trabajando como peón, resero, domador y puestero; tuvo mujer e hijos. Durante un tiempo fue guardaespaldas del jefe autonomista Adolfo Alsina. En 1869 mató a un pulpero disputando una deuda y huyó, pero no se hizo asaltante. Ciertos estancieros mitrista lo protegieron. lo emplearon como sargento de policía de Navarro, y luego como «cuchillero» electoral. En 1872 despenó en duelo a un matón autonomista, cometió otros homicidios defendiéndose de las partidas, y estuvo refugiado en las tolderías de Coliqueo. En 1874 lo acorralaron en una fonda de Lobos, donde cayó en homérico combate contra veintitantos hombres armados.’
‘Moreira y otros gauchos novelado por Gutiérrez recorrieron el país en boca de los payadores, en los folletines y el circo criollo, contribuyeron a perfilar una literatura y un teatro nacional. Es interesante advertir que, así como José Hernández había escrito un conmovedor alegato denunciando la ejecución de Peñaloza, en la producción de Gutiérrez encontramos también su obras sobre El Chacho y Los montoneros. La épica de la montonera era el antecedente del relato gauchesco.’
‘Los héroes folletinescos de Gutiérrez existieron en carne y hueso. Juan Cuello fue un gaucho que se «se desgració» en la época de Rosas. Pastor Luna, domador de los pagos del Tuyú, fue condenado a servir en la frontera con indios a raíz de una muerte en duelo; deserto, se batió en numerosas ocasiones con la policía y al fin lo hizo «ajusticiar» un juez de paz en 1872. Guillermo Hoyo, alias Hormiga Negra, oriundo de San Nicolás, tuvo que huir por un precoz drama pasional, fue soldado en Cepeda y Pavón, se enfrentó varias veces con las partidas, cumplió una verdadera condena en la Capital Federal y finó a edad avanzada en su pago natal. Del Tigre del Quequén, después de sus aventuras en el sur bonaerense se recuerda que fue a vivir en el Territorio de La Pampa, falleciendo en Toay alrededor de 1907.’
‘Otros personajes reales tuvieron fama más efímera o ésta no trascendió su zona de origen. Fue el caso de lo hermanos Barrientos, que conmocionaron los pagos de Tres Arroyos burlando a la policía con el apoyo de los pòbladores, alrededor de 1881. En Corrientes, foco persistente de bandolerismo, el gaucho Alberto Zárate, el Gato Moro, fue apresado por participar en una rebelión política en 1880, fugó de una cañonera, cuentan que se vengó apuñalando a varios jueces de paz, se hizo contrabandista y al fin cayó peleando a la policía de Monte Caseros en 1889. En la Patagonia apareció en la década de 1890 el uruguayo Ascencio Brunel, proveniente de las Malvinas; encarcelado por un crimen pasional en Punta Arenas, huyó a Santa Cruz y se dedicó a cuatrerear caballadas hasta que lo capturaron en Chubut en 1904. De la misma época datan las andanzas patagónicas del pistolero norteamericano Butch Cassidy, y poco después surgió otra bandolera: Elena Greenhill, joven viuda de origen británico que en 1909 se tiroteó con la policía en Río Negro; tras una serie de asaltos que perpetró junto a Martín Taboada, en 1915 lo mataron en Chubut.
‘En las provincias tradicionales del interior, algunos bandoleros gauchos tenidos por «justos», cuya muerte violenta por la policía impresionó de modo especial la imaginación popular, son venerado hasta hoy como santos milagrosos. En San Juan el caso de José Dolores, un cuatrero que «ayudaba a los desamparados», caído en emboscada en 1858, cuya capilla sigue siendo centro de peregrinaje en la localidad de Rawson. En Mendoza, la devoción por el gaucho Juan Francisco Cubillos subsiste alrededor de la tumba en Las Heras, y los versos anónimos resumen sumen su leyenda, parafraseando -igual que las coplas sobre Guayama- el antiguo lema de la montonera: Yo soy el gaucho Cubillos / trenza de santo y ladrón / pues no soy mejor que nadie /y nadie es mejor que yo… En Corriente se reitera el fenómeno en los sepulcros del bandolero federal Antonio Gil, degollado a mediados del siglo pasado en Mercedes, y Olegario Alvarez, el Gaucho Lega, ultimado en 1906 y enterrado en su pueblo natal Saladas. Del «milagroso» Aparicio Altamirano, otro correntino de Mercede las coplas lo recuerdan que él a los ricos robaba / jugando fiero su vida / esquivando a las partidas / a los pobres ayudaba. En Tucumán se rinde culto a los gauchos Mariano Córdoba, muerto en Monte Redondo a principios de siglo, y Andrés Bazán Frías, baleado en 1922 al trepar un muro en un cementerio de la capital. La canonización de estos y otros buenos bandidos se convirtió asi en el mayor homenaje, ritualizando para siempre la gratitud popular.’
‘Había triunfado «la civilización», y las pampas fueron pobladas por los colono inmigrantes. Extinguido el gaucho originario, sus sucesores se transformaron en jornaleros dependientes. Pero en la población rural subsistía la nostalgia de la libertad y el resentimiento por las injusticias a las fueron sometidos los hijos del país. Esta era la sustancia del mito gauchesco que siguió exaltando la imaginación colectiva.’
‘Entrado ya el siglo XX, al descontento del peonaje criollo se sumó la protesta de los obreros y agricultores traídos de Europa, víctimas de la misma política excluyente de la élite propietaria y las empresas extranjeras. En las áreas fronterizas aprendieron entonces algunos bandidos de nuevo tipo, reconocidos como justicieros o defensores de los humildes. Eran «gauchos» baqueanos en los montes y travesías, que empuñaban el Winchester en lugar del facón, capaces de andar tren o en automóvil, incluso por la ciudad, y de publicar proclamas libertarias.’
‘Juan Bautista Bairoletto en las pampas del sur, y Segundo David Peralta (Mate Cosido) en el noroeste, vivieron vidas paralelas que llegaron a tocarse en su madurez. Ambos chocaron con el maltrato policial y se hicieron asaltantes alrededor de 1925, burlando a las autoridades con el apoyo de los pobres del campo. El primero era hijo de un agricultor italiano, y el segundo de un obrero gráfico; Eusebio Zamacola, con quien Peralta se inició en el Chaco, era él un vasco inmigrante. Sin embargo, se echaron el mote como los matreros, y así evocan las verseadas de Mate Cosido: esta es la historia / de un gaucho bueno / que su destino lo castigó… igual que a Bairoletto: el gaucho se hizo cuatrero. / se jugó en lo entreveros / le hizo frente a la partida... Si bien algunos políticos yrigoyenistas protegieron ocasionalmente a Bairoletto y Mate Cosido contó con la complicidad de ciertos funcionarios y policías, su carrera como asaltantes los convirtió en un azote para la clase propietaria y un desafío intolerable para el Estado.’
‘En 1938, por mediación de algunos porteños, los dos bandidos actuaron juntos en el Chaco para asaltar a La Forestal, odiada por la crueldad de su antiguo feudo de los quebrachales. El fracaso de uno de esos asaltos los separó poco después, el pampeano retornó al sur, y el despliegue de las fuerzas de Gendarmería obligó a Peralta a huir del Chaco de 1940, desaparecido para siempre. Bairoletto fue ejecutado por una partida policial en Mendoza (1941), y su tumba de General Alvear se convirtió en un santuario popular.’
‘En una época de renovada agitación social, cuando el régimen conservador había sido conmovido por la irrupción plebeya del radicalismo y cundían otra formas de protesta campesina, estos bandidos fueron atraídos por la agitación milenarista y revolucionaria. Si bien los inmigrantes anarquista no estaban predispuestos a apreciar la tradición criolla, sus ideólogo habían celebrado a los bandoleros románticos como modelo de oposición al poder. Algunos militantes, siguiendo conscientemente o no el molde del bandido social, practicaron la violencia «expropiadora» con fines revolucionarios: fue el caso de las bandas de insurrectos durante las grandes huelgas de la Patagonia, y el proyecto deliberado de Severino di Giovanni y otros.’
‘En las primeras décadas del siglo XX encontramos en la Argentina estas dos expresiones de la violencia social: anarcos asaltante y bandidos afines a la anarquía. Los rebeldes espontáneamente tendieron a encontrar un movimiento político que los expresara: lo que para las masas gauchas del siglo XIX representó la montonera federal, para algunos «gauchos» solitario de la era siguiente fue la esperanza de la nebulosa revolución libertaria.’
‘En la época de prosperidad e industrialización de la década de 1940, las «pampas violentas» se aquietaron. Las reformas sociales del peronismo promovieron la sindicalización y legitimaron la autoridad pública, lo cual parecía conducir efectivamente a erradicar el bandolerismo. Sin embargo, el fenómeno se produjo en el Chaco en la década de 1960, en la misma zona en que actuó Mate Cocido, con las andanzas de los Velázquez y Gauna.’
‘Isidoro Velázquez era un peón de origen correntino, baqueano y cazador, casado y con cuatro hijas que en 1961 tuvo problemas con la policía, se fugó de la prisión y se hizo salteador junto con su hermano menor Claudio. Cometieron una serie de atracos contando con la ayuda de gente de la región que los encubría. En 1963 tomaron por asalto un almacén de campaña, improvisando un festejo popular del cumpleaños de Claudio, pero al acudir la policía éste murió en el tiroteo. En 1964, Isidro Velázquez reapareció acompañado por Vicente Gauna más joven que él pero con numerosos antecedentes delictivos, con quien realizó varios secuestros extorsivos y otros asaltos. La fama de ambos cundió por el Chaco con una aureola de invulnerabilidad, suscitando la admiración de lo pobre y el terror de los propietarios. Los hacendados chaqueños ofrecieron una fuerte recompensa por su captura, y la policía realizó una intensa batida sin poder detenerlos. Finalmente, en diciembre de 1967 lograron engañarlos con la colaboración de una maestra que los llevó un auto hacía una emboscada, y los ametrallaron en el camino de Pampa Bandera.’
‘El árbol junto al cual cayó Velázquez, y las tumbas de ambos en Machagai, se convirtieron en motivo de peregrinación y culto popular. Un chamamé de Oscar Valles se difundió por todo el país: Isidoro Velázquez ha muerto / enancado en un sapucay... El gobierno hizo quemar el árbol, borraron las señas de las tumbas, prohibieron el chamamé, pero no consiguieron hacerlo olvidar.
‘Estos bandidos no establecieron ningún vínculo con los políticos ni con las esferas del poder. Roberto Carri vio en el caso un fenómeno «prerrevolucionario», un rechazo radical de sistema por las masas rurales doblemente proletarizadas por el capitalismo y el neocolonialismo moderno. Es evidente que la popularidad de lo bandidos reflejaba, por lo menos, condiciones sociales críticas en la región chaqueña, que estallaron en la década de 1970 con la organización de las ligas agrarias y su trágica represión. ¿Cabe interpretar que en el Chaco hubo una regresión hacia las condiciones del bandolerismo? A diferencia de las pampas del sur, donde prácticamente desapareció sin tierra, en esta zona siguió creciendo la masa del proletariado rural. Parece claro que el curso inestable de la modernización dependiente en las sociedades latinoamericana no puede homologarse a la progresión del desarrollo capitalista en el mundo central. Entonces, ¿es posible que en el contexto de un país como el nuestro siguen apareciendo todavía los bandidos sociales?.’
‘Al planear la teoría del bandido social E. J. Hobsbawm omitió deliberadamente «el equivalente urbano del bandido-rebelde campesino, pues él mismo pertenecía con otro agrupamiento humano demasiado diferente» Por otro lado, contrariando la tesis de Hobsbawm de que esta forma de protesta brota del seno de una comunidad tradicional, O’Malley sostiene la posibilidad de que aparezca en un contexto de relativo desarrollo socio-económico, dadas las condiciones de un cierto conflicto de clases crónico y la carencia de una efectivi organización política que exprese los intereses de los sectores dominados.’
‘A partir de las migraciones rurales hacia las grandes urbes latinoamericanas, las «villas miseria» conforman un ámbito de transición en el que no es sorprendente observar la continuidad de algunas tradiciones campesinas. Precisamente algo encontramos con otros personajes que reproducen la figura del bandido social, análogos mecanismos de solidaridad con el perseguido y el mismo tipo de proyección simbólicas alrededor de héroe marginal.’
‘Aunque su historia recién comienza a escribirse, los bandido sociales suburbanos existen: el Chueco Maciel, modelo héroe de cantegrill en Montevideo; Pichu Siqueira el líder informal de Ciudad Oculta y seguramente otros. Ladrones que comparten el botín, perseguidos por la policía y protegidos por la comunidad, algunas han trascendidos a la fama o a la leyenda.’
‘Hugo Pichu Siqueira era un joven villero que tenía cuentas con la justicia e hizo su refugio inexpugnable en Ciudad Oculta, en el barrio porteño de Mataderos. Todos lo conocían y lo escuchaban, lo encubrían y le informaban. Durante la dictadura del Proceso había promovido la organización vecinal con apoyo de un grupo de activistas católicos. También participó en la reorganización del partido Justicialista y en la lucha interna del sindicato metalúrgico local. En 1987 se había salvado «milagrosamente» de un atentado. Se rumoreaba que tuvo contacto con los militares «carapintadas». Una noche de mayo de 1989 lo cosieron a puñaladas cerca de la su casilla, y la policía imputó el crimen a uno de los villeros paraguayos; otros lo atribuyeron a la misma policía.’
‘La reparación de los «buenos bandidos», así como la fuerza de los viejo mitos, viene a poner a la luz una escisión perturbadora en nuestra sociedad. Los héroes marginales representan un área de persistente antagonismo entre la cultura popular y la ley. Su explicación nos remite a un fenómeno de oposición de clases y dualidad sociocultural que subsiste en los países latinoamericanos a pesar de los «modernizacion», impugnado las apariencias del orden legal. He aquí una causa y a la vez un efecto de otros mayores desconocidos y desencuentros sociales.’
‘En los sectores marginales de nuestra sociedad urbana, desamparado por la ley y olvidados por las instituciones, sometidos a la presión de la carencia económicas y el hostigamiento policial, revive el antiguo drama social de las fronteras. Los villeros de hoy, como los gauchos de antaño, son hijo del país empujados al borde de la «civilización». Por el poema de Hernández, la Biblia criolla donde está dicho todo, sigue teniendo la fuerza de un alegato -debe el gaucho tener casa. / escuela, iglesia y derechos- y el sentido de una advertencia: pero se ha de recordar / para hacer bien el trabajo / que el fuego, pa calentar / debe ir siempre por abajo.’
“25 años ‘Todo es Historia' Registra la memoria nacional. La argentina de las cosas.” ‘Los buenos bandidos’ por Hugo Chumbita. Revista declarada de interés nacional nº 299 mayo de 1992. pág. 24. - $ 9,00.
‘Hay que entender entonces por qué se alzaban los gauchos y por qué se sumaron a las guerrillas montoneras. En realidad, Sarmiento no lo ignoraba. En su propia obra encontramos referencias sobre el despojo a los pueblos indígenas y las antiguas luchas por la tierra y el agua que explican ‘el eterno alzamiento de La Rioja’, así como la adhesión al Chacho de los legueros de Guanacache y otras poblaciones rurales de San Juan.’
‘En aquella regiòn, en las comunidades de origen huarpe que habìan luchado en las filas patriotas por la independencia, surgieron los mestizos Santos Guayama y Martina Chapanay, que fueron gauchos bandoleros y lìderes de sus paisanos.’
‘El joven Guayama, oriundo del valle de Guanacache, fue perseguido en 1850 por un hecho de sangre y huyó de los cerros. Se hizo salteador y luego se convirtió en caudillo legendario de su comunidad, cuyas hazañas fueron celebradas por las coplas: Yo soy Santos Guayama / santo nombre y varón /Yo no soy mejor que naides / ni naides mejor que yo. / (...) Porque Santos Guayama / cuatrero y ladrón fue / pero no pa’ él / sino pa’ los pobres… Guayama condujo la participación de los lagunero de Guanacache en las sublevaciones montoneras de las provincias del noroeste, encabezadas por Peñaloza (1861-1863) y Felipe Varela (1866-1869), llegando a ostentar el grado de teniente coronel. Tras la derrota de Varela, escapó, volviendoa cuatrerear en los cerros, y su mito no hizo sino agigantarse. A pesar de haber ayudado val coronel Gómez a ganar las elecciones de San Juan, siendo ya éste gobernador, fue apresado cuando visitaba a un vecino de la capital y lo fusilaron en la cárcel en 1879, ‘en prevención de un motín’.’
‘Martina Chapanay, hija del último cacique huarpe de Zonda y de una cautiva sanjuanina, había adquirido todas las destrezas del gaucho y se hizo valer como tal. En 1882 se unió con un criollo, enrolándose en el ejército riojano de Quiroga. Muerto su compañero en combate y asesinado el caudillo, desecha la tribu paterna, se convirtió en jefa de la banda de salteadores. Se sumó a otras contiendas civiles acompañando a Nazareno Benítez caudillo y gobernador de San Juan, hasta que éste cayó también asesinado en 1858. Volvió a dirigir su cuadrilla de bandoleros y participó en el último alzamiento del Chacho. Después se radicó en el apartado Valle Fértil, donde acrecentó su reputación como benefactora de los humildes y los viajeros y falleció muy anciana en Mogna.’
‘Si en el plano social las masas marginadas acumulan agravios contra las clases propietarias, a nivel nacional cundía la rebelión colectiva contra el centralismo porteño, y todo ello encontró el cauce político de los levantamientos federales. La montonera, esa guerilla de lanceros a caballo empleada con éxito frente a los ejércitos realistas, volvió su armas contra las tropas de Buenos Aires y construyó el modo de lucha espontáneo de las masas del interior. Las Memorias del general Paz son un testimonio de primera mano al respecto: «les fue muy fácil a los caudillo sublevar la parte ignorante contra la más ilustrada, a los pobres contra los ricos, y con este odio venían a confundirse los celos que justa o injustamente inspiraba a muchos la preponderancia de Buenos Aires».’
‘Las montoneras seguían a sus jefes «naturales» en cada región, con aquel ideal igualitario que expresó el lema Naide más que naide. Si practicaban exacciones o saqueos, los hacían según las prácticas corrientes de las fuerzas militares de la época. El fenómeno se reprodujo de manera semejante en todo el territorio del país durante medio siglo de guerras civiles. Las montoneras federales se nutrían del gauchaje marginal y las comunidades aborígenes, organizandolas dentro de las disciplina político-militar. Pero cuando se dispersaban, muchos de sus integrantes retornaban o se sumaban al bandidaje.’
‘De la postrera rebelión de López Jordán en 1870 surgió Servando Cardoso, desertor y matrero cuyos duelos con la policía suscitaron la admiración de sus paisanos de Entre Ríos e inspiraron la recreación teatral de Martiniano Leguizamón, Candelaria (1896); en la ficción, el revoltoso gaucho cantor es indultado y encuentra un final feliz, aunque en realidad terminó muerto por la policía. En El país de los matreros de la tierras bajas entrerrianas, conforme a la descripción de Fray Mocho, se refugiaban otros gauchos bravos que habían sido combatientes de la montoneras jordanistas.’
‘Las diversas tendencias del federalismo suscitaron el fervor de las masas rurales reiterando las promesas que las motivaron en la guerra de la independencia: libertad e igualdad para todos, lo cual exigía una síntesis entre la revolución burguesa y los intereses de los hacendados y las necesidades populares. Pero esa síntesi no resultaba fácil por las contraindicaciones regionale, que llevaron a los federales del interior a aliarse a los unitario contra Rosas. Cuando Urquiza pacto con Mitre, la política de sojuzgamiento del interior -consumada con la guerra del Paraguay- terminó de dispersar la corriente federal.’
‘El Martín Fierro (1872) resume el destino del gauchaje en aquel momento, José Hernández expresaba una tendencia democrática del federalismo que concibió la integración del gaucho y la distribución de la tierra como sustento de un proyecto nacional. Las reformas concretas que propugnó, como la elección popular de los jueces de paz y la fundación de las «colonias con hijos del país», no tuvieron eco en la clase dirigente. El grueso de los estancieros sólo se interesaba por extender sus propiedades, y la colonización con inmigrantes sería instrumentada por las compañías extranjeras como parte del gran negocio agroexportador, excluyendo a los criollos. El pastor sin tierra, privado de su horizonte por las alambradas, hostigado por los reglamentos que perseguían la «vagancia» condenándolo a prestar servicios militares, no tenía más alternativa para «agachar el lomo» como peón o soldado, o hacerse matrero.’
‘El argumento imaginario del poema hernandiano presenta notorias coincidencias con el Juan Moreira de Eduardo Gutiérrez, que es la silueta novelesca de un caso real. Hijo de una argentina y un comerciante gallego, anduvo por varios partidos bonaerense trabajando como peón, resero, domador y puestero; tuvo mujer e hijos. Durante un tiempo fue guardaespaldas del jefe autonomista Adolfo Alsina. En 1869 mató a un pulpero disputando una deuda y huyó, pero no se hizo asaltante. Ciertos estancieros mitrista lo protegieron. lo emplearon como sargento de policía de Navarro, y luego como «cuchillero» electoral. En 1872 despenó en duelo a un matón autonomista, cometió otros homicidios defendiéndose de las partidas, y estuvo refugiado en las tolderías de Coliqueo. En 1874 lo acorralaron en una fonda de Lobos, donde cayó en homérico combate contra veintitantos hombres armados.’
‘Moreira y otros gauchos novelado por Gutiérrez recorrieron el país en boca de los payadores, en los folletines y el circo criollo, contribuyeron a perfilar una literatura y un teatro nacional. Es interesante advertir que, así como José Hernández había escrito un conmovedor alegato denunciando la ejecución de Peñaloza, en la producción de Gutiérrez encontramos también su obras sobre El Chacho y Los montoneros. La épica de la montonera era el antecedente del relato gauchesco.’
‘Los héroes folletinescos de Gutiérrez existieron en carne y hueso. Juan Cuello fue un gaucho que se «se desgració» en la época de Rosas. Pastor Luna, domador de los pagos del Tuyú, fue condenado a servir en la frontera con indios a raíz de una muerte en duelo; deserto, se batió en numerosas ocasiones con la policía y al fin lo hizo «ajusticiar» un juez de paz en 1872. Guillermo Hoyo, alias Hormiga Negra, oriundo de San Nicolás, tuvo que huir por un precoz drama pasional, fue soldado en Cepeda y Pavón, se enfrentó varias veces con las partidas, cumplió una verdadera condena en la Capital Federal y finó a edad avanzada en su pago natal. Del Tigre del Quequén, después de sus aventuras en el sur bonaerense se recuerda que fue a vivir en el Territorio de La Pampa, falleciendo en Toay alrededor de 1907.’
‘Otros personajes reales tuvieron fama más efímera o ésta no trascendió su zona de origen. Fue el caso de lo hermanos Barrientos, que conmocionaron los pagos de Tres Arroyos burlando a la policía con el apoyo de los pòbladores, alrededor de 1881. En Corrientes, foco persistente de bandolerismo, el gaucho Alberto Zárate, el Gato Moro, fue apresado por participar en una rebelión política en 1880, fugó de una cañonera, cuentan que se vengó apuñalando a varios jueces de paz, se hizo contrabandista y al fin cayó peleando a la policía de Monte Caseros en 1889. En la Patagonia apareció en la década de 1890 el uruguayo Ascencio Brunel, proveniente de las Malvinas; encarcelado por un crimen pasional en Punta Arenas, huyó a Santa Cruz y se dedicó a cuatrerear caballadas hasta que lo capturaron en Chubut en 1904. De la misma época datan las andanzas patagónicas del pistolero norteamericano Butch Cassidy, y poco después surgió otra bandolera: Elena Greenhill, joven viuda de origen británico que en 1909 se tiroteó con la policía en Río Negro; tras una serie de asaltos que perpetró junto a Martín Taboada, en 1915 lo mataron en Chubut.
‘En las provincias tradicionales del interior, algunos bandoleros gauchos tenidos por «justos», cuya muerte violenta por la policía impresionó de modo especial la imaginación popular, son venerado hasta hoy como santos milagrosos. En San Juan el caso de José Dolores, un cuatrero que «ayudaba a los desamparados», caído en emboscada en 1858, cuya capilla sigue siendo centro de peregrinaje en la localidad de Rawson. En Mendoza, la devoción por el gaucho Juan Francisco Cubillos subsiste alrededor de la tumba en Las Heras, y los versos anónimos resumen sumen su leyenda, parafraseando -igual que las coplas sobre Guayama- el antiguo lema de la montonera: Yo soy el gaucho Cubillos / trenza de santo y ladrón / pues no soy mejor que nadie /y nadie es mejor que yo… En Corriente se reitera el fenómeno en los sepulcros del bandolero federal Antonio Gil, degollado a mediados del siglo pasado en Mercedes, y Olegario Alvarez, el Gaucho Lega, ultimado en 1906 y enterrado en su pueblo natal Saladas. Del «milagroso» Aparicio Altamirano, otro correntino de Mercede las coplas lo recuerdan que él a los ricos robaba / jugando fiero su vida / esquivando a las partidas / a los pobres ayudaba. En Tucumán se rinde culto a los gauchos Mariano Córdoba, muerto en Monte Redondo a principios de siglo, y Andrés Bazán Frías, baleado en 1922 al trepar un muro en un cementerio de la capital. La canonización de estos y otros buenos bandidos se convirtió asi en el mayor homenaje, ritualizando para siempre la gratitud popular.’
‘Había triunfado «la civilización», y las pampas fueron pobladas por los colono inmigrantes. Extinguido el gaucho originario, sus sucesores se transformaron en jornaleros dependientes. Pero en la población rural subsistía la nostalgia de la libertad y el resentimiento por las injusticias a las fueron sometidos los hijos del país. Esta era la sustancia del mito gauchesco que siguió exaltando la imaginación colectiva.’
‘Entrado ya el siglo XX, al descontento del peonaje criollo se sumó la protesta de los obreros y agricultores traídos de Europa, víctimas de la misma política excluyente de la élite propietaria y las empresas extranjeras. En las áreas fronterizas aprendieron entonces algunos bandidos de nuevo tipo, reconocidos como justicieros o defensores de los humildes. Eran «gauchos» baqueanos en los montes y travesías, que empuñaban el Winchester en lugar del facón, capaces de andar tren o en automóvil, incluso por la ciudad, y de publicar proclamas libertarias.’
‘Juan Bautista Bairoletto en las pampas del sur, y Segundo David Peralta (Mate Cosido) en el noroeste, vivieron vidas paralelas que llegaron a tocarse en su madurez. Ambos chocaron con el maltrato policial y se hicieron asaltantes alrededor de 1925, burlando a las autoridades con el apoyo de los pobres del campo. El primero era hijo de un agricultor italiano, y el segundo de un obrero gráfico; Eusebio Zamacola, con quien Peralta se inició en el Chaco, era él un vasco inmigrante. Sin embargo, se echaron el mote como los matreros, y así evocan las verseadas de Mate Cosido: esta es la historia / de un gaucho bueno / que su destino lo castigó… igual que a Bairoletto: el gaucho se hizo cuatrero. / se jugó en lo entreveros / le hizo frente a la partida... Si bien algunos políticos yrigoyenistas protegieron ocasionalmente a Bairoletto y Mate Cosido contó con la complicidad de ciertos funcionarios y policías, su carrera como asaltantes los convirtió en un azote para la clase propietaria y un desafío intolerable para el Estado.’
‘En 1938, por mediación de algunos porteños, los dos bandidos actuaron juntos en el Chaco para asaltar a La Forestal, odiada por la crueldad de su antiguo feudo de los quebrachales. El fracaso de uno de esos asaltos los separó poco después, el pampeano retornó al sur, y el despliegue de las fuerzas de Gendarmería obligó a Peralta a huir del Chaco de 1940, desaparecido para siempre. Bairoletto fue ejecutado por una partida policial en Mendoza (1941), y su tumba de General Alvear se convirtió en un santuario popular.’
‘En una época de renovada agitación social, cuando el régimen conservador había sido conmovido por la irrupción plebeya del radicalismo y cundían otra formas de protesta campesina, estos bandidos fueron atraídos por la agitación milenarista y revolucionaria. Si bien los inmigrantes anarquista no estaban predispuestos a apreciar la tradición criolla, sus ideólogo habían celebrado a los bandoleros románticos como modelo de oposición al poder. Algunos militantes, siguiendo conscientemente o no el molde del bandido social, practicaron la violencia «expropiadora» con fines revolucionarios: fue el caso de las bandas de insurrectos durante las grandes huelgas de la Patagonia, y el proyecto deliberado de Severino di Giovanni y otros.’
‘En las primeras décadas del siglo XX encontramos en la Argentina estas dos expresiones de la violencia social: anarcos asaltante y bandidos afines a la anarquía. Los rebeldes espontáneamente tendieron a encontrar un movimiento político que los expresara: lo que para las masas gauchas del siglo XIX representó la montonera federal, para algunos «gauchos» solitario de la era siguiente fue la esperanza de la nebulosa revolución libertaria.’
‘En la época de prosperidad e industrialización de la década de 1940, las «pampas violentas» se aquietaron. Las reformas sociales del peronismo promovieron la sindicalización y legitimaron la autoridad pública, lo cual parecía conducir efectivamente a erradicar el bandolerismo. Sin embargo, el fenómeno se produjo en el Chaco en la década de 1960, en la misma zona en que actuó Mate Cocido, con las andanzas de los Velázquez y Gauna.’
‘Isidoro Velázquez era un peón de origen correntino, baqueano y cazador, casado y con cuatro hijas que en 1961 tuvo problemas con la policía, se fugó de la prisión y se hizo salteador junto con su hermano menor Claudio. Cometieron una serie de atracos contando con la ayuda de gente de la región que los encubría. En 1963 tomaron por asalto un almacén de campaña, improvisando un festejo popular del cumpleaños de Claudio, pero al acudir la policía éste murió en el tiroteo. En 1964, Isidro Velázquez reapareció acompañado por Vicente Gauna más joven que él pero con numerosos antecedentes delictivos, con quien realizó varios secuestros extorsivos y otros asaltos. La fama de ambos cundió por el Chaco con una aureola de invulnerabilidad, suscitando la admiración de lo pobre y el terror de los propietarios. Los hacendados chaqueños ofrecieron una fuerte recompensa por su captura, y la policía realizó una intensa batida sin poder detenerlos. Finalmente, en diciembre de 1967 lograron engañarlos con la colaboración de una maestra que los llevó un auto hacía una emboscada, y los ametrallaron en el camino de Pampa Bandera.’
‘El árbol junto al cual cayó Velázquez, y las tumbas de ambos en Machagai, se convirtieron en motivo de peregrinación y culto popular. Un chamamé de Oscar Valles se difundió por todo el país: Isidoro Velázquez ha muerto / enancado en un sapucay... El gobierno hizo quemar el árbol, borraron las señas de las tumbas, prohibieron el chamamé, pero no consiguieron hacerlo olvidar.
‘Estos bandidos no establecieron ningún vínculo con los políticos ni con las esferas del poder. Roberto Carri vio en el caso un fenómeno «prerrevolucionario», un rechazo radical de sistema por las masas rurales doblemente proletarizadas por el capitalismo y el neocolonialismo moderno. Es evidente que la popularidad de lo bandidos reflejaba, por lo menos, condiciones sociales críticas en la región chaqueña, que estallaron en la década de 1970 con la organización de las ligas agrarias y su trágica represión. ¿Cabe interpretar que en el Chaco hubo una regresión hacia las condiciones del bandolerismo? A diferencia de las pampas del sur, donde prácticamente desapareció sin tierra, en esta zona siguió creciendo la masa del proletariado rural. Parece claro que el curso inestable de la modernización dependiente en las sociedades latinoamericana no puede homologarse a la progresión del desarrollo capitalista en el mundo central. Entonces, ¿es posible que en el contexto de un país como el nuestro siguen apareciendo todavía los bandidos sociales?.’
‘Al planear la teoría del bandido social E. J. Hobsbawm omitió deliberadamente «el equivalente urbano del bandido-rebelde campesino, pues él mismo pertenecía con otro agrupamiento humano demasiado diferente» Por otro lado, contrariando la tesis de Hobsbawm de que esta forma de protesta brota del seno de una comunidad tradicional, O’Malley sostiene la posibilidad de que aparezca en un contexto de relativo desarrollo socio-económico, dadas las condiciones de un cierto conflicto de clases crónico y la carencia de una efectivi organización política que exprese los intereses de los sectores dominados.’
‘A partir de las migraciones rurales hacia las grandes urbes latinoamericanas, las «villas miseria» conforman un ámbito de transición en el que no es sorprendente observar la continuidad de algunas tradiciones campesinas. Precisamente algo encontramos con otros personajes que reproducen la figura del bandido social, análogos mecanismos de solidaridad con el perseguido y el mismo tipo de proyección simbólicas alrededor de héroe marginal.’
‘Aunque su historia recién comienza a escribirse, los bandido sociales suburbanos existen: el Chueco Maciel, modelo héroe de cantegrill en Montevideo; Pichu Siqueira el líder informal de Ciudad Oculta y seguramente otros. Ladrones que comparten el botín, perseguidos por la policía y protegidos por la comunidad, algunas han trascendidos a la fama o a la leyenda.’
‘Hugo Pichu Siqueira era un joven villero que tenía cuentas con la justicia e hizo su refugio inexpugnable en Ciudad Oculta, en el barrio porteño de Mataderos. Todos lo conocían y lo escuchaban, lo encubrían y le informaban. Durante la dictadura del Proceso había promovido la organización vecinal con apoyo de un grupo de activistas católicos. También participó en la reorganización del partido Justicialista y en la lucha interna del sindicato metalúrgico local. En 1987 se había salvado «milagrosamente» de un atentado. Se rumoreaba que tuvo contacto con los militares «carapintadas». Una noche de mayo de 1989 lo cosieron a puñaladas cerca de la su casilla, y la policía imputó el crimen a uno de los villeros paraguayos; otros lo atribuyeron a la misma policía.’
‘La reparación de los «buenos bandidos», así como la fuerza de los viejo mitos, viene a poner a la luz una escisión perturbadora en nuestra sociedad. Los héroes marginales representan un área de persistente antagonismo entre la cultura popular y la ley. Su explicación nos remite a un fenómeno de oposición de clases y dualidad sociocultural que subsiste en los países latinoamericanos a pesar de los «modernizacion», impugnado las apariencias del orden legal. He aquí una causa y a la vez un efecto de otros mayores desconocidos y desencuentros sociales.’
‘En los sectores marginales de nuestra sociedad urbana, desamparado por la ley y olvidados por las instituciones, sometidos a la presión de la carencia económicas y el hostigamiento policial, revive el antiguo drama social de las fronteras. Los villeros de hoy, como los gauchos de antaño, son hijo del país empujados al borde de la «civilización». Por el poema de Hernández, la Biblia criolla donde está dicho todo, sigue teniendo la fuerza de un alegato -debe el gaucho tener casa. / escuela, iglesia y derechos- y el sentido de una advertencia: pero se ha de recordar / para hacer bien el trabajo / que el fuego, pa calentar / debe ir siempre por abajo.’
“25 años ‘Todo es Historia' Registra la memoria nacional. La argentina de las cosas.” ‘Los buenos bandidos’ por Hugo Chumbita. Revista declarada de interés nacional nº 299 mayo de 1992. pág. 24. - $ 9,00.
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