‘Todo es Historia' Registra la memoria nacional. La argentina de las cosas.” ‘La buena ubicación’ por Daniel Larriqueta.






‘La buena ubicación.’ por Daniel Larriqueta.

‘Planteada en términos de oposición, la alternativa dibujaba dos países muy diferentes, para empezar, en el terreno económico. La Argentina de 1974 era complementaria de las economías andinas, desde un lugar de primacía en recursos tecnológicos y de capital, más el atractivo de nuestros excedentes alimentarios. Este modelo de integración abría un amplio campo para las inversiones medianas de empresarios argentinos en los mercados nacionales de los distintos países, todo a resguardo de los grandes competidores multinacionales. En cambio, hacia el atlántico, nuestra economía era competitiva de la brasileña, lo que aumentaba el riesgo para las medianas empresas argentinas y favorecía la concentración de la propiedad industrial, comercial, y financiera en manos de grandes grupos regionales e internacionales.’



‘Pero el incidente de Lima me obligó a recordar otro episodio, de similar contenido político pero ajeno a lo económico, que me tocó vivir hace algunos años.’



‘En 1967 el año de la fundación de Todo es Historia un asesor principal del canciller de Onganía -Nicanor Costa Méndez, que volvería a serlo de Galtieri- me pidió alguna reflexiones para resolver el dilema de la época: que construir prioritariamente, si el complejo hidroeléctrico de El Chocón o la central binacional de Salto Grande. No se trataba de la respuesta técnica, sino de la política. El Chocón impulsaría el desarrollo hacia el Oeste y pondría el corazón de nuestro sistema energético al alcance de la aviación militar chilena. Santa Grande nos llevaría hacia el Este y quedaría expuesta a la aviación brasileña. El Chocón afianza la ‘integración nacional’, concepto todavía de moda en aquel tiempo y bien querido por los ideólogos nacionalistas de la ‘Revolución Argentina’. Salto Grande mejoraba nuestra presencia en la Cuenca del Plata, zona sensible en la competencia trisecular con Portugal-Brasil. Este dilema de las centrales hidroeléctricas y el incidente de Lima me sugirieron un campo de reflexión política con tres dimensiones:la Argentina es un país bifronte, no tenemos una doctrina política nacional para gobernar esta cuestión esencial y, cuando el problema se presenta siempre tiene el aspecto de una opción.’



‘La conciencia de la bifrontalidad me ha puesto en el camino de la investigación histórica, con la tesis de que esta cuestión es el eje principal de la identidad -o la no identidad- de la Argentina. Y he avanzado con tanto provecho que el material reunido permite diseñar una trilogía, cuya primera parte, con el título de La Argentina renegada, publicará Sudamericana en las próximas semanas.’



‘Pero la búsqueda de las raíces fundamentales de la Argentina -a lo que se limita mi empeño- no hará sino iniciar el tema. Porque, como se puede espiara a través de la anécdota limeña, en la Argentina contemporánea hay intereses económicos, sociales y de poder que divergen y proponen países diferentes según se tome una u otra opción. No hay en juego sólo la piedra de toque de la identidad cultural, sino un complejo de entrecruzadas conveniencias y aspiraciones. De allí que aparezca de manera dramática el vació de una doctrina política que, en tiempo presente, permita encuadrar los problemas y tomar decisiones. Este vacío toma cuerpo en los últimos setenta años, cuando la doctrina puramente atlantista de ‘generación del ochenta’ se derrumbaba con la crisis general de la sociedad argentina iniciada en 1930. Lo que sucedió después, y en particular el ‘latinoamericanismo’ de Juan Perón, con su correlato de migraciones internas, cerramiento al exterior y programas de integración económica hacia el Oeste, alcanzó para revivir la bifrontalidad y mostrar su vigencia, pero no para formular una doctrina de pensamiento político acorde. Así resulta que las dos posibilidades, puestas casi en pie de igualdad desde la restauración nacionalista del peronismo y los gobiernos militare, han quedado convertidas en opciones. De un gobierno al otro de un ministro al otro dentro del mismo gobierno y a veces de una medida administrativas a la siguiente, el péndulo trabaja desacomodando todo proyecto de largo plazo y dejando a la Argentina sin una política exterior estable y rendidora.’



‘El paroxismo de la confusión lo alcanzamos durante el gobierno dictatorial del Proceso. Y pudo haber tenido consecuencias aterradoras, para nosotros y para todo el mundo hispanoamericano. Convencidos de que la violencia es un instrumento de gobierno y buscando en la guerra la legitimación del poder mal habido, los ideólogos del gobierno militar proyectaron y prepararon dos guerras contra Chile en 1978 y contra Gran Bretaña en 1982. Una contra el mundo andino y la otra contra el mundo atlántico.’



‘La guerra contra Chile habría sido sangrienta, devastadora y hogareña. Con cualquier resultado militar, el fruto, en términos de civilizaciòn, habría sido un enorme retroceso de los dos pueblos en nuestra economía, en nuestra cultura y nuestro bienestar. Por muchas generaciones habría quedado cerrado el camino de la integración hacia el Oeste y de acción común de los dos países hacia el Sur, el desafío pendiente del mundo hispanoamericano. La Argentina había perdido su opción andina, su arraigo y su futuro posible hacia el Oeste, muy estaría condenada a mirar siempre hacia el Atlántico, más débil y más sola.’



‘Para nuestra gran civilización hispanoamericana -de cuyo valor y proyección futura aún no somos conscientes- esta guerra del sur sabría a un tajo mortal. Todos los intentos trabajosos y hesitantes por recuperar un destino común, que los pueblos de raíz española venimos realizando desde la diáspora de la Independencia, se habrían volatilizado en algunas semanas. Y hasta es razonable pensar que los alineamientos de los diferentes países en uno u otro bando habrían generalizado el conflicto diplomático, cultural y hasta militar. Semejante explosión de sangre podía haber pulverizado el mundo hispanoamericano acaso para siempre.’



‘La guerra contra Chile no fue. Salvamos el presente y preservamos los triunfos del porvenir.’



‘En 1982 atacamos hacia el Este. Los dictadores mesiánicos eligieron una potencia extrarregional, reduciendo el margen de error en la política de opciones. Ya conocemos los resultados visibles de aquella guerra sucia. Pero es pertinente subrayar los realineamientos políticos que resultaron. Porque apenas estallado el conflicto, los países del mundo andino nos cubrieron las espaldas prestándonos un apoyo irrestricto. No preguntaron por la pertinencia de los procedimientos argentinos, sino que ofrecieron una solidaridad sin fisuras y expresada en apoyos efectivos, incluso en el campo de los abastecimientos militares. Acaso en ningún otro momento en muchas décadas, la Argentina fue tan incluida en la familia hispanoamericana como en aquellos días, en la misma que estuvimos a punto de fracturar cuatro año antes. La guerra de las Malvinas nos recostó sobre el Oeste y la opinión pública de los países andinos -inclusive los grupos de menor nivel cultural- aún recuerda aquellos días y alaba la decisión de enfrentar a Gran Bretaña.’



‘Aunque todavía de manera inarticulada, el pensamiento argentino ha registrado los riesgos y el desenlace de aquel momento. Parece mejor arraigada la convicción de que el futuro no puede imaginarse sin el compromiso latinoamericano, y que este compromiso supone una política de integración también hacia el Oeste. Esta es, acaso, la única buena herencia de los días de Malvinas.’



‘También hemos observado que el planteo por opciones es intrínsecamente falso. En el episodio de las centrales hidroeléctricas, el desenlace es simbólico: la Argentina podría hacer las dos y casi sin solución de continuidad se construyeron El Chocón y Salto Grande. Para seguir con los símbolo, me parece interesante subrayar que, en la actual concepción del sistema energético nacional -que ya lleva 20 años de vigencia-, el sistema andino de El Chocón y las centrale adjuntas es estrictamente complementario del sistema de la Cuenca del Plata, con sus dos grandes proyectos de Salto Grande y yaciretá. El todo está concebido sin que se pueda prescindir de la otra mitad, sólo en cuanto al volumen de generación sino por la alternancia del riesgo climático. Porque el sistema global no está cerrado -pues falta terminar Yacyretá- el que padecimos la gran crisis energética de 1988-1989.’



‘¿Sería válido afirmar que los estrategas energéticos han salido de la opción para formular una síntesis? ¿Por qué no? los recursos hídricos del sistema andino dependen de la acción del anticiclón de Pacífico que, ubicado en aquel océano, en la latitud del Neuquén, es el responsable de todos los lagos y ríos argentinos, desde San Juan hasta Tierra de Fuego. Los recursos hídricos de la Cuenca del Plata dependen de la acción del anticiclón de Santa Catarina, que ubicado en el Atlántico en la latitud de las Misiones sopla su humedad sobre la cuenca de los grandes ríos del Este y toda la región pampeana. Así, la geografía bifronte se ha convertido, por una inteligente decisión política, en una estrategia energética ambidiestra.’



‘Esta doble legitimidad cultural, geopolítica y económica es el pliegue más encavado y fecundo del alma argentina. Durante el triunfal predominio del modelo «ochentista» -que prefiero denominar «la república atlántica» - este pliegue permaneció oculto. La etapa de introspección y dudas que empieza en 1930 facilitó la emergencia del costado recoleto, el andino, el del Pacífico. Y ambos han recuperado su rol protagónico en la vida argentina durante el último medio siglo. Este retorno de la mitad recoleta de nuestra civilización ha sido un hecho traumático, pero, en tanto nos devuelve todas nuestras verdades, resulta prometedor para construir un futuro menos contingente y mejor autocentrado.’




‘En medio de los barquinazos y aun arriesgando episodios terribles, como los vividos en 1978 y en 1982, la nueva conciencia comienza a tomar forma. Y cuando hablo de una doctrina política adecuada, no pienso por ahora más que en esto: que seamos capaces de mirarnos tal como somos. Asumir la bifrontalidad argentina y poder incluirla en todos los análisis políticos, culturales y económicos sería ahora una revolución doctrinaria suficiente para justificar una época. Sólo así podremos llegar a tener, en algún momento siguiente, una capacidad de país ambidiestro, potenciando lo que parecía una opción en una síntesis nueva, desconocida en todas las etapas de la Argentina pasada. Los Atlantistas antes, bifrontes ahora. El tiempo y los errores han hecho su trabajo. Podemos tener la esperanza de llegar a ser ambidiestros. Tal ha sido el secreto sinérgico de muchas grandes naciones, cuando el núcleo central podía coordinar los movimientos y potenciarlos. Así han alcanzado su mayor y potencia los Estados Unidos una vez completado el nexo entre los dos océanos. Y así fue también el momento culminante de la superpotencia española cuando en aquel año de 1571, simultáneamente Felipe II triunfo en Lepanto asegurándose el control de Mediterráneo y mandó fundar Manila complementado el dominio del Pacífico.’


“25 años ‘Todo es Historia' Registra la memoria nacional. La argentina de las cosas.” ‘La buena ubicación’ por Daniel Larriqueta. Revista declarada de interés nacional nº 299 mayo de 1992. pág. 31. - $9,00.

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