'Todo es Historia' Registra la memoria nacional. La argentina de las cosas. ‘La buena tierra’ por Antonio Elio Brailovsky.
‘La buena tierra.’ por Antonio Elio Brailovsky.
‘Estamos habituados a una visión catastrófica de la ecología. Los seres humanos aparecen como los malvados de las películas ecológicas, perpetuamente empeñados en destruir el mundo en el que vivimos. Para ciertos medios de difusión, lo único que las personas pueden hacer con la naturaleza es arruinarla y precipitarse al caos y la destrucción.’
‘Sospechamos que la realidad es algo más compleja. Los seres humanos están en continua relación con su entorno natural. Esta relación es, como todas, dinámica: el hombre transforma la tierra y la tierra transforma al hombre.’
‘Tales cambios pueden ir en sentidos bien distintos. Afirmar que los cambios sólo pueden ser para peor se corresponde con una concepción muy definida sobre las relaciones de la sociedades humanas con la naturaleza.’
‘Este punto de vista considera que los ecosistemas naturales son siempre mejores que los sistemas intervenido, y que toda acción humana es una forma de deterioro. Se apoya sobre un postulado de la física del siglo XIX, llamado Segunda ley de la termodinámica, que considera inevitable el aumento de la entropía, es decir, del desorden en todos los sistemas imaginables. Aplicado a la ecología, explica la inevitabilidad de la catástrofe que se viene.’
‘Sin embargo, la noción de entropía es anterior a la teoría de la evolución de Darwin, que explica la progresiva complejización de la vida sobre la Tierra, tanto en especies como en relaciones que tienen entre sí. Obviamente, nos alcanza también a nosotros y a nuestra relación con los ecosistemas, que es -insistimo- de transformación antes que de destrucción.’
‘Definida por Sarmiento como el mar en la tierra, nuestra región pampeana es muy claro ejemplo de cómo la acción humana sobre la naturaleza puede construir ecosistemas mejores que los originarios, definiendo aquí mejores como aquellos más aptos para sostener la vida de nuestra especie.’
‘Pampa es un término indígena que significa llanura. Para Humboldt ‘llena el alma de sentimiento infinito’. Su vegetación natural tiene un predominio de gramíneas, lo que tiene una gran importancia para lo que vendrá después.’
‘Hace varios siglos, era un paisaje de altos pajonales, interrumpidos de tanto en tanto por algún ombú o chañar. Un viajero asombrado afirma en 1961 que ‘Buenos Aires a Córdoba se extiende una llanura de más 200 leguas, en la que no se ve un solo árbol’.’
‘¿Por qué no había árboles? Aquí las opiniones están divididas. Hay quienes afirman que no los tuvo nunca. Otros hablan de períodos prehistóricos con ciertas formaciones boscosas y esto es coherente con la presencia de los grandes mamíferos cuyos esqueletos adornan los museos de ciencias naturales de Buenos Aires y La Plata.’
‘En algún momento los seres humanos, y la presencia del hombre provoca una serie de alteraciones ecológicas de magnitud. O, más probablemente, aclararon mecanismos naturales de deforestación, que ya venían produciéndose con independencia de la acción humana. Sobre esto, tenemos que aclarar que la forma en que nuestra especie incide sobre los ecosistemas es muy intensa desde la prehistoria porque somos el único animal capaz de manejar el fuego. Esta habilidad parece muy a propósito para accionar procesos naturales de deforestación. Además de esto, descendemos de animales que huyeron de los bosques, en los que aún muchos de nosotros ven el peligro. Mucho más, en los viejos tiempos en los que el hombre americano era un recién llegado.’
‘Al perderse el bosque, la pampa llega en un estado de equilibrio ecológico diferente y sumamente estable. Los pastos, al no tener un bosque que les haga sombra, crecen hasta los dos metros de altura. Escasean los animales grandes: los que vivían en el bosque no se adaptan al pajonal. Al no haber suficientes herbívoros, los pajonales terminan su ciclo vital sin nadie que se los coma y se forman grandes acumulaciones de pasto y hojas secas. En épocas de tormentas eléctricas, los incendios son muy frecuentes.’
‘El incendio no daña las plantas anuales, los ejemplares se queman pero sus semillas sobreviven. En cambio los árboles no alcanzan a crecer para poder reproducirse: el incendio los quema antes. Un ecosistema adaptado a pulsos de fuego admite sólo ciertos animales: por ejemplo, los que pueden huir con rapidez cuando empieza la quemazón de pastos, como los zorros; o los que esconden bajo tierra, como las vizcachas o los lagartos.’
‘Tampoco el suelo era una maravilla: las sustancias químicas indispensable para el crecimiento de las plantas estaban fijadas en los tallos del pajonal, y podían tardar bastante tiempo en circular por el ecosistema.’
‘Para empeorar aún más las cosas, extensas zonas de la región pampeana carecen de ríos o arroyos permanentes, lo que dificulta todavía más cualquier actividad que allí se desarrolle. No es casualidad que la pampa fuera un desierto.’
‘Cuando llegaron los españoles, los indios vivían en los borde de la pampa: la costa del Río de la Plata, el Delta del Paraná o las sierras de Tandil y Ventana. En lo que hoy es la pampa húmeda, nadie quería vivir.’
‘Nos interesa entonces ver de qué manera nuestra sociedad transformó ese ecosistema inhóspito en lo que hoy es una de las bases de la riqueza nacional. Veamos cómo el hombre construyó la buena tierra.’ ‘Los primeros cambios ecológicos fueron originados en un accidente: las vacas y caballos que se le escaparon a Pedro de Mendoza y que se reprodujeron indefinidamente en esa llanura desmesurada. Estamos habituados a escuchar esta historia, que no nos paramos a pensar en lo improbable del suceso: unos pocos ejemplares de estas especies en un ambiente desconocido y quizás hostil. ¿por qué proliferaron de un modo tan espectacular?’
‘Ahora pensemos que esas primeras vacas y caballos aprovecharon un nicho ecológico vacante (es decir, que no estaba cubierto por otras especies que vivían antes en la pampa). Desde las grandes extinciones de la prehistoria, no había en la pampa grandes herbívoros y tampoco había enemigos naturales que se comieran es herbívoros, es decir, había mucho lugar, había alimento disponible, casi no había competidores y casi no había enemigos. La pampa fue para ellos, algo así como el paraíso. Si, como dice Atahualpa, hay cielo para el buen caballo, debe parecerse enormemente a lo que fue la pampa durante los siglos XVI y XVII.’
‘Y aquí esto revierte sobre la historia humana, porque las tribus indígenas que habían abandonado la pampa siglos atrás retoman a ella, precisamente porque organizan su vida en torno del caballo, como medio de transporte y de sustento.’
‘La multiplicación de los ganados cambia el ecosistema. Acelera el reciclaje de nutrientes, fundamentalmente el nitrógeno, Cuando Sarmiento hablaba de «una aristocracia con olor a bosta», estaba aludiendo a este mecanismo universal de fertilización de los suelos, por el cual las vacas y caballos comenzaron a construir la pampa.’
‘Sobre la envergadura de este fenómeno, el jesuita Falkner cuenta que lo caballos cimarrones «andan de un lugar a otro contra el viento, y en un viaje que hice al interior el año 1744, hallándome en estas llanuras durante tres semanas, era su número tan excesivo que durante quince días me rodearon por completo. Algunas veces pasaron por donde yo estaba en grandes tropillas a todo escape, durante dos o tres horas sin cortarse. A duras pena pudimos librarnos de que nos atropellaran e hiciesen mil pedazos»’
‘La época colonial es la de caza del ganado cimarrón. Gauchos, indios y estancieros se dedican a apoderarse de la carne y el cuero que la pampa les ofrece. El recurso se irá agotando hasta que sólo el ganado que se cría en las grandes estancias.’
‘El primero que habla de la acción del ganado sobre el ecosistema es Darwin. Cruza la provincia de Buenos Aires de sur a norte en 1833, y anota que «me he quedado sorprendido con el marcado cambio de aspecto del campo después de cruzar el río Salado. De una hierba gruesa pasamos a una alfombra verde pasto fino. Ante todo creo deber atribuir este cambio a una modificación en la naturaleza del suelo; pero los habitantes me afirman que es preciso atribuir esa mudanza a la presencia de cuadrúpedos. Exactamente, el mismo hecho se ha observado en América del Norte, donde hierbas comunes y rudas, de cinco o seis pies de altura, se transforman en césped en cuanto se introducen allí animales en suficiente número».’
‘Se trata de un doble efecto. Por una parte, al acelerarse el reciclado del nitrógeno, se provoca un fenómeno conocido como rejuvenecimiento del ecosistema. Lo que era un ecosistema estable se desequilibra, y comienzan a acelerarse los cambios. A más nitrógeno, más posibilidades de crecimiento rápido. También estimula el rebrote de los mismos pajonales anteriores, que van siendo ramoneados por el ganado y reemplazan sus tallos viejos por otros nuevos. Estos cambios implican la creación y el llamado de nuevos nichos ecológicos, es decir, de nuevas oportunidades de desarrollo para otras especies de animales y vegetales.’
‘Una vez que actuaron las vacas, les toca a los hombres hacer lo suyo en la construcción de la buena tierra. Esta tarea se cumple a lo largo del siglo XIX. La pampa ya está poblada. La expresión desierto usada para definir amplias zonas, no es un término de geografía física. Desierto eran las tierras de indios, con independencia de la fertilidad. Por eso fue necesario conquistarlo en vez de, simplemente ocuparlo.’
‘Durante varias décadas, la transformación de la tierra se hace usando esa herramienta universal que es el fuego. Viajeros ingleses y franceses se sorprenden de la costumbre de los gauchos de incendiarlo todo a su paso. Esto refuerza la imagen de la brutalidad que transmiten de ellos. Hombres feroces, que dan y reciben la muerte con indiferencia y que emborrachaban a un punto tal de provocar unos incendios espantosos por pura diversión.’
‘Nuevamente, Darwin pone las cosas en su lugar. «Cuando se recorre la llanura -dice- es costumbre prender fuego a la hierbas: eso han hecho hoy los soldados, por lo cual vemos de noche magníficas conflagraciones y el horizonte se ilumina por todas partes. Se incendia la llanura para achicharrar a los indios que pueden verse rodeados por las llamas, pero principalmente para mejorar los pastos. En los llanos cubiertos de césped, pero no frecuentados por los grandes rumiantes, parece ser necesario destruir por medio del fuego lo superfluo de la vegetación, de manera que pueda brotar otra nueva cosecha».’
‘Detengámonos a pensar en la envergadura de esta acción. A lo largo de muchas décadas, miles y miles de hombres que no se conocían y que viajaban en campo ajeno, cumplieron sin embargo este mandato ecológico, de ayudar a fertilizar una tierra que oscuramente sentían como propia.’
‘El incendio destruye el pajonal seco y posibilita el rebrote de los tallos tiernos. También acelera el reciclado de los nutrientes, devolviendo al suelo las sustancias que se encontraban en los tallos secos. En realidad, el fuego forma parte de la dinámica propia de los ecosistemas de llanura como los pampeanos.Usarlo fue el resultado de observar que producía su acción en la naturaleza.’
‘Tambíen el fuego reduce la vegetación al nivel del suelo y fuerza a competir por la luz a las distintas especies entre sí. En presencia de abundante nitrógeno, el pasto blando crece más rápidamente y sombrea al pasto duro, impidiéndole su desarrollo.’
‘Sin embargo, se pasa así de un ecosistema estable a uno inestable. A mediados del siglo pasado, se registran grandes invasiones de cardos y otra malezas, que aprovechaban los nuevos nichos ecológicos abiertos.’
‘Al mismo tiempo, científicos como Ameghino descubren que la obstrucción del pajonal deja la tierra al descubierto y facilita los procesos de erosión. Las lluvias se llevan el humus formado a partir del esfuerzo conjunto de vacas y gaucho. Es necesario dar otro salto cualitativo en el proceso de construcción de la buena tierra.’
‘Para transformar esos cardales en la pampa que hoy conocemos, se utilizó la rotación de cultivos. En la segunda mitad del siglo pasado se había observado que, después de treinta o cuarenta años de pastoreo con vacas, los pastos cambiaban, y campos que antes admitían ovejas ahora podían sustentarlas. A fines del siglo XIX, se descubre cómo acelerar estos cambios ecológicos.’
‘La herramienta social es el sistema de arrendamientos. Se alquila el campo «a inmigrantes italianos», con la indicación de que sembrarán lino el primer año. Si el campo había estado bajo pastoreo, quedaba suficiente bosta como para producir unos linos altos, lo que es importante en una planta textil, cuyo tallo se aprovecha. Al año siguiente debían sembrar trigo, que no importa que crezca tanto, y el ciclo se cerraba con alfalfa, que al ser leguminosa repone algo de nitrógeno que los otros cultivos extrajeron del suelo. La alfalfa dura unos siete años, y puede alimentar mucho más ganado por hectárea que los pastos naturales.’
‘Desde el punto de vista ecológico, se crea un sistema estable, ya que las rotaciones reemplazan a los ecosistemas naturales. En vez de una diversidad simultánea, como la que ocurre en la naturaleza, se procura artificialmente una diversidad sucesiva, en varias etapas.’
‘Esta tierra, sin embargo, solo era buena desde el punto de vista agronómico. En lo social, el sistema de arrendamientos creaba situaciones de injusticia, al expulsar permanentemente a los arrendatarios y reemplazarlos por vacas, ya que el sistema protegía el suelo a costa del hombre.’
‘En las colonias, en cambio, se crearon condiciones de trabajo más equitativas, al permitir arraigar al labrador. Allí se inicia otro salto cualitativo en la construcción de la pampa: la plantación de árboles, la continua y sistemática tarea de reponer los árboles que hacía miles de años la pampa había perdido. Y este último cambio en el paisaje fue obra de los hombres que cambiaron el caballo por el buey, la carreta por el carro, el facón por el arado. Lo que terminaron la gran obra de construir un ecosistema a la medida del hombre: la región pampeana, nuestra buena tierra.’
25 años 'Todo es Historia' Registra la memoria nacional. La argentina de las cosas. ‘La buena tierra’ por Antonio Elio Brailovsky. Revista declarada de interés nacional nº 299 mayo de 1992. pág. 34. - $9,00.
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